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Una nueva prensa musical

Recuerdo aquellas conversaciones en las que Syd Barret copaba todos y cada uno de nuestros comentarios. Y lo que significó Vashti Bunyan para que no perdiésemos la ilusión por conseguir nuestros sueños; a veces se cumplen. Pasamos por Ray Davies, David Bowie y Lou Reed, entre otros, mientras escuchábamos canciones de amor en las playas de California… De ahí bebimos mientras, entre todo ese eclecticismo melódico, intentábamos crear ruidos nuevos en garajes de extrarradio, paisajes perfectos de drones llenos de absurda coherencia.

Muy poco queda de aquello, casi todo perdió su significado, y es que todavía algunos guardamos con celo y orgullo el espíritu, la actitud y el sonido. Una vez fuimos el contexto que otros pretenden arrebatarnos bajo el adorno del excelso y estudiado artificio. No éramos mejores, ni siquiera pretendíamos ser diferentes; fue la gente corriente quien se encargó de otorgarnos el honor de sentirnos así. Aprendimos a hacernos fuertes ante los golpes que nos propiciaban gran mayoría de círculos populistas por manifestar nosotros una realidad inusual… Pues quieren ahora despojarnos de ese maldito encanto que ganamos con su desprecio y usan a sus hijos, que no son más que semilla de la mediocridad que siempre los acompañó.

¿Si conseguimos algo? Seguramente alguno pensará que no hemos logrado absolutamente nada más allá de una etiqueta ninguneada que hoy sirve de pretexto para llenar sucias bocas de maniquíes estandarizados y numerosos anaqueles de centro comercial, pero claro que alcanzamos lo que siempre conocimos ser; los últimos románticos.

Así, en estos veinte años, follamos y nos drogamos, sufrimos, lloramos y gritamos, nos emocionamos y disfrutamos mientras vivimos el porqué de mis peinados, cajas de música difíciles de parar, los diarios de petróleo, soidemersol, un soplo en el corazón, entresemana, el escarabajo más grande de Europa, termitas y otras cosas…

Soberbios momentos que, sintiéndolo por muchos, muy pocos tenemos la suerte de atesorar.

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